Por: Sebastian Forero
La época colonial, el desarrollo del conflicto armado y las malas prácticas ambientales tanto de la ciudadanía y de grandes conglomerados empresariales han provocado daños considerables en el ecosistema nacional. En el caso del conflicto armado este ha afectado diversos recursos tales como: Deforestación, contaminación de grandes fuentes hídricas, vulnerabilidad a la fauna y flora solo por nombrar algunos.
Foto: Expotur
Claro ejemplo de lo anterior es un estudio realizado por la Asociación Colombiana de Petróleo (ACP) donde reveló que durante los últimos 30 años los ataques a cargo de grupos alzados en armas han tenido como consecuencia el derrame de al menos 4.1 millones de barriles de crudo afectando a cientos de fuentes hídricas en todo el país. Solo en 2015, se registraron 54 ataques en contra la Empresa Colombiana de Petróleos ECOPETROL, de los cuales 14 ocurrieron en Norte de Santander, 13 en Nariño, 6 en los departamentos de Arauca y Boyacá, y 21 más en la zona de Putumayo y Huila.
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Otro hecho relevante en el marco del conflicto armado son los cultivos ilícitos, específicamente las plantaciones de coca, puesto que el narcotráfico es parte fundamental para la sostenibilidad económica de los grupos guerrilleros. Esto representa un alza en los índices de deforestación, pérdida de suelos, pérdida de biodiversidad y afectaciones a recursos hídricos. El área de cultivo de cocaína en el país aumentó en un 44%, pasando de 48.000 hectáreas en 2013 a 69.000 en 2014, de tal manera que se presume que la producción pasó de 290 a 442 toneladas métricas, es decir un 52% más con respecto a períodos anteriores.
Sin duda Colombia es uno de los países más diversos del mundo, primero en aves y hogar de importantes fuentes hídricas, méritos que no parecen tener mayor relevancia mientras el pensamiento social no sea otro que el de la explotación ecológica. Para contrarrestar esto se requiere inversión en educación para el posconflicto ambiental, formar en sostenibilidad y respeto por los derechos humanos, animales y ecológicos del país no solo a quienes en algún momento fueron parte del conflicto armado, sino además a quienes aún no han hecho parte de ninguna forma de conflicto.
El medioambiente sin duda ha sido una víctima silenciosa pero sumamente afectada durante el conflicto armado. No obstante, la fisura entre una paz verdadera y el medio ambiente no se deriva sólo del conflicto armado sino de las buenas prácticas que realicen las personas que habitan en las ciudades, la conciencia colectiva debe estar centrada en pro de mantener un lugar idóneo para vivir, es necesario reconocer y apropiarnos de nuestro entorno, para valorar lo que en él habita, que es de todos y que está en peligro de desaparecer.
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